Dotado de un talento inigualable
para la comedia, podría haberse pasado toda su carrera haciendo reír. Pero
prefirió el reto que para él suponía interpretar dramas, por lo que escogió
frecuentemente papeles dramáticos, y en los últimos años se decantó por los
psicópatas.
Según se infiere de las
entrevistas, su sentido del humor proviene de su infancia, desgraciada, y
solitaria. Nacido el 21 de julio de 1952 en Chicago (Illinois), Robin Williams
fue el hijo único de una actriz, que le transmitió la vocación actoral, y un
alto ejecutivo de Ford, que tenía que cambiar continuamente de lugar de
residencia, dificultando que su hijo hiciera nuevas amistades. “Estar solo te
proporciona una gran imaginación. Aprendí a crear mis propios juegos, leí un
montón y desarrollé mis propios mecanismos de defensa para combatir la soledad,
como el sentido del humor”, decía Williams.
Estudió interpretación en la
renombrada Juilliard School, de Nueva York, donde coincidió con Christopher
Reeve, posteriormente popular intérprete de Superman, con quien le unía una
gran amistad. Cuando terminó, pasó mucho tiempo haciendo monólogos cómicos en
varios clubs de San Francisco, hasta que se hizo con un papel importante, en la
serie Mork and Mindy, donde era un alienígena que le proporcionó cierta
popularidad. Tras contraer matrimonio con la bailarina italiana Valeria
Velardi, protagonizó su propio programa, Robin Williams at Met, donde el actor
se prodigaba en imitaciones y gags hilarantes.
Hollywood se fijó rápidamente en
sus cualidades humorísticas. El primer cineasta que contrató a Williams para la
gran pantalla fue Robert Altman, para su desastrosa adaptación de Popeye
(Robert Altman, 1980), el marino, el popular personaje de los dibujos animados.
Aunque el actor logró convertirse en un Popeye bastante convincente, el film
era nefasto. Pero Williams tuvo una oportunidad mejor de aprovechar su talento
innato para el humor en Good Morning Vietnam (Barry Levinson, 1987). Allí, su
personaje era un showman, como él, que a través de las ondas radiofónicas
alentaba a las tropas estadounidenses en Saigón. Tuvo tanto éxito que incluso
fue nominado al Oscar al mejor actor. Enseguida logró quitarse el sambenito de
“graciosete” con su papel protagonista en Dead Poets Society (Peter Weir, 1989),
su consagración a nivel mundial. Y si el carismático profesor John Keating
dejaba una huella imborrable en los alumnos de un rígido internado, su
interpretación también se hizo inolvidable para los espectadores. A partir de
ese momento se prodigó en el drama, haciendo de médico en Despertares,
vagabundo en El rey pescador y judío atrapado en un campo de concentración en
Ilusiones de un mentiroso. Su mejor papel fue el psiquiatra de Good Will Hunting
(Gus Van Sant, 1997), por el que obtuvo el Oscar al mejor secundario. De vez en
cuando, seguía aprovechando su talento para la comedia, en Mrs. Doubtfire (Chris
Columbus, 1993) o Jack (Francis Ford Coppola, 1996), toda una decepción,
indigna de Francis Ford Coppola.
Además, Robin Williams parecía
tener predilección por el género fantástico, pues intervino en Toys (Barry
Levinson, 1992), Jumanji (Joe Johnston, 1995), What Dreams May Come (Vincent
Ward, 1998), Bicentennial Man (Chris Columbus, 1999) y dos películas de Steven
Spielberg: Artificial Intelligence: AI (2001) y Hook (1991). De vez en cuando
prestaba su voz a personajes animados, como el genio de Aladdin o Fender, el
androide de Robots.
En los últimos años se prodiga en
personajes siniestros y psicópatas, como el fotógrafo obsesionado por una
familia, en One Hour Photo (Mark Romanek, 2002), el asesino de Insomnia (Christopher
Nolan, 2002) y Alan W. Hakman, el traumatizado montador The Final Cut (Omar
Naïm, 2004). Por lo visto, siempre había querido hacer ese tipo de papeles.
“Estoy volviéndome oscuro”, comentaba poniendo una voz terrorífica cuando se le
pregunta. “No había hecho antes ese tipo de papeles, porque los estudios solían
decirme que yo interpretaba muy bien a gente buena y sana”. De todas formas,
siempre buscaba “sorprender al espectador”.
Paralelamente, durante este
tiempo Williams luchó contra constantes recaídas por el consumo de alcohol y la
cocaína, hasta que finalmente una crónica depresión lo condujo a perder la vida
el día 11 de agosto de 2004, por un aparente suicidio en su casa.
Principales películas de Robin
Williams:
Popeye (Robert Altman, 1980)
Dead Poets Society (Peter Weir, 1989)
The Fisher King (Terry Gilliam, 1991)
Mrs. Doubtfire (Chris Columbus, 1993)
Good Will Hunting (Gus Van Sant, 1997)
Patch Adams (Tom Shadyac, 1998)
Bicentennial Man (Chris Columbus, 1999)
Artificial Intelligence: AI (Steven Spielberg, 2001)
Insomnia (Christopher Nolan, 2002)
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